Día 3 de la Novena a San Agustín

Bienvenidos al «Día 3 de la Novena a San Agustín», donde nos sumergimos aún más en la profundidad de su sabiduría. En esta etapa de nuestra travesía espiritual, exploraremos las enseñanzas que este venerado santo nos legó, buscando inspiración y dirección para nuestro propio camino de reflexión y crecimiento interior.

Por la señal de la Santa Cruz,

de nuestros enemigos,

líbranos, Señor, Dios nuestro.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

Oración Inicial

Peregrino y enfermo vuelvo a ti, Dios mío, cansado de peregrinar fuera,

y agobiado por el peso de mis males.

He experimentado que lejos de tu presencia

no hay refugio seguro, ni satisfacción que dure, ni deseo que dé fruto, ni bien alguno que sacie los deseos del alma que creaste.

Aquí estoy, pobre y hambriento. ¡Dios de mi salud! Ábreme las puertas de tu casa: perdóname, recíbeme, sáname de todas mis enfermedades’, úngeme con el óleo de tu gracia, y dame el abrazo de paz que prometiste al pecador arrepentido. ¡Oh Verdad! ¡Oh belleza infinitamente amable! ¡Qué tarde te amé, hermosura siempre antigua

y siempre nueva! ¡Qué tarde te conocí!

¡Qué desdichado fue el tiempo en que no te amé ni conocí! 

(Confesiones X)

 

Día 3 de la Novena a San Agustín

Lectura

Unos días después, Jesús volvió a Cafarnaúm y se difundió la noticia de que estaba en la casa.

Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra. Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». 

Mc 2, 1-5

Reflexión

En tal disposición interior se encontraba aquel paralítico al que, como sus portadores no podían introducirle ante la presencia del Señor, hicieron un agujero en el techo, y por allí lo descolgaron. Es decir, para conseguir lo mismo en lo espiritual, tienes que abrir efectivamente el techo y poner en la presencia del Señor el alma paralítica, privada de la movilidad de sus miembros y desprovista de cualquier obra buena, gravada además por sus pecados y languideciendo a causa del morbo de su concupiscencia. Si, efectivamente, se ha alterado el uso de todos sus miembros y hay una auténtica parálisis interior, si es que quieres llegar hasta el médico –quizás el médico se halla oculto, dentro de ti: este sentido verdadero se halla oculto en la Escritura–, tienes que abrir el techo y depositar en presencia del Señor al paralítico, dejando a la vista lo que está oculto.

San Agustín Sermón 46

 

Padre Nuestro

Padre nuestro que estás en el cielo,

santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu Reino;

hágase tu voluntad

en la tierra como en el cielo.

Danos hoy

nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Amén.

 

Ave María

Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo.

Bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén.

 

Gloria

Gloria al Padre

y al Hijo

y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,

ahora y siempre,

por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Oración Final

Señor, estabas dentro de mí, pero yo de mí mismo estaba fuera.

Y por fuera te buscaba… Estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.

Me mantenían alejado aquellas cosas que, sí en ti no fuesen, no existirían.

Pero me llamaste, gritaste, derrumbaste mi sordera. Brillaste, resplandeciste, ahuyentaste mi ceguera. Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti. Gusté, tuve hambre y sed.

Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.

Llegar a conocerte, Dios mío, de manera que te ame y no te pierda.

Entender quién soy, de tal forma que me desapegue de mis intereses y no me busque en vano en nada.

Sentir un amor profundo hacia ti, Dios mío, riqueza de mi alma, para estar siempre contigo.

Morir a mí mismo y renacer en ti.

Concederme ser tu única vida verdadera y mi salud perfecta para siempre.

Amén.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

Día 3 de la novena a San Agustin

Al concluir el enriquecedor Día 3 de la Novena a San Agustín, llevamos con nosotros las semillas de reflexión que hemos cultivado. Permitamos que su sabiduría siga germinando en nuestra mente y corazón, guiándonos en nuestra búsqueda constante de la verdad y la espiritualidad. A medida que avanzamos en este camino, inspirémonos en su ejemplo y encontremos en sus enseñanzas un faro de luz que ilumine nuestro sendero hacia la autenticidad y el propósito.

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